Philo, un discípulo de Ctesibius, en el 200 A.C., en Alejandría, intrigado por la resistencia y flexibilidad de las espadas célticas, ayudó a su maestro a experimentar con planchuelas de bronce curvadas, encontrando que este material ofrecía más flexibilidad sin quebrarse que la madera, hueso u otros materiales orgánicos, consiguiendo crear el primer muelle de hoja, que posteriormente mejoró el mismo.
Más tarde a alguien se le ocurrió que un muelle podría retener más energía comprimiendo una barra de metal torcida. Fácil es imaginar que de ahí evolucionó el muelle hasta el delicado tipo de muelle espiral, horizontal, tan usado en relojería y otras maquinarias.
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