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¿Llorar nos consuela?

Parece que sí. Resulta que el acto de llorar, entre otras cosas, estimula los nervios craneales, cosa que, a su vez, alivia la amígdala cerebral. Es algo que está estudiando ahora el Instituto de Neurología de Londres. Ahí están viendo los efectos de lo contrario: el no llorar. Han descubierto que las personas que reprimen el llanto tienden a padecer más trastornos de ansiedad, úlcera intestinal y asma.

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